jueves, 20 de diciembre de 2007

El cierre del CEAMSE de Punta Lara y las soluciones brillantes

ESCARBANDO EN LA BASURA

El 5 de diciembre de 2007 venció el plazo fijado por la Suprema Corte a la administración provincial para el cierre de la planta de disposición final de residuos de la CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado). Este fallo, que venía a dar una primera respuesta –parcial- al reclamo de los vecinos que se organizaron en Asamblea para luchar contra esta forma contaminante, perversa y corrupta de “sacar la basura”, no fue acatado por el gobierno provincial.
En el marco de este reclamo, las organizaciones que vienen dando esta pelea invitaron a los vecinos a organizarse y movilizarse para detener el funcionamiento de esta planta, que desde hace años contamina el aire, el agua y el suelo de la región.[i]
Muchos y muchas respondieron con su presencia activa en las movilizaciones, o con palabras de aliento y apoyo a la Asamblea ambiental. Muchos y muchas también, plantearon su apoyo, añadiendo el interrogante acerca de “cuál es la solución” para el problema de la basura.
Intentaremos aquí reflexionar sobre este interrogante y su respuesta. El punto de partida es que no existe UNA respuesta, sino múltiples respuestas y, sobre todo, mucho camino por andar.
Pensar en el problema de los residuos implica pensar, en primer lugar, en su generación. La cuestión acerca de “¿Qué hacemos con tanta basura?” debe comenzar, necesariamente por preguntarnos “¿Por qué hay tanta basura?”

Úselo y tírelo
La generación de millones de toneladas diarias de basura es un efecto directo de la concentración urbana en una sociedad industrial. El “modelo” que se nos propone como exitoso, está basado en el hiperconsumo de bienes materiales: cuanto más consumamos, más felices seremos. Y ese consumo viene acompañado por una serie de características diseñadas por las grandes empresas (beneficiarias de ese modelo de “éxito”) que implican que además de mucho, hay que consumir rápido, y hay que consumir lo nuevo, y rápidamente tirar lo “viejo” y volver a consumir. Asimismo, la gran mayoría de los bienes de consumo masivo vienen acompañados de un envoltorio (innecesario la mayoría de las veces) cuya producción requiere un consumo intensivo de riquezas naturales (papel hecho a base de madera, energía, agua) y que aumenta considerablemente la generación de residuos a raíz de esas coloridas “cáscaras”. ¿Qué culpa tiene el tomate?, si crece perfectamente en la planta sin su envase de telgopor ni su envoltorio de papel film.
Pero además, el proceso de consumo agrega nuevos residuos, ya que a la hora de comprar esos bienes tan profusamente envueltos, dejamos de usar –por ejemplo- las viejas “bolsas de los mandados”, remplazándolas por bolsas descartables de polietileno (con su correspondiente anuncio publicitario)

¿Hay que sacarlo TODO afuera?
Ya generamos una buena cantidad de residuos. ¿Qué hacemos ahora con ellos? La primera respuesta que aparece es el reciclado y la reutilización, de modo de reducir los volúmenes de residuos. Pero para reciclar, son necesarios en principio una serie de factores. El primero y más evidente es que el material tiene que ser reciclable. Entonces, basta con mirar en algún rincón de algunos envases para descubrir que… ¡¡son reciclables!! Sin embargo, el problema del reciclado presenta también algunos obstáculos: en primer lugar, algunos materiales son reciclables; bien, pero… ¿con qué tecnología? (o más aún ¿accesible para quién?) y ¿a qué costo?
Algunos de los materiales que con mayor facilidad reconocemos como reciclables son el papel y el cartón (no en todas sus variantes) el vidrio y los metales. Ni hablar de la materia orgánica, cuyo reciclado no sólo es indispensable sino que constituye una fase de enorme importancia en la cadena energética.
Los cartoneros, los botelleros, saben perfectamente que algunos metales (cobre, estaño, bronce), el papel, el cartón y el vidrio son bienes preciados en su supervivencia. Sin embargo, no existe ninguna política oficial seria que aliente la separación de residuos, mucho menos, que exija a las empresas trabajar con cierto tipo de materiales (¿Cuántas toneladas de residuos ahorraríamos si la “bebida gaseosa más famosa del mundo” envasara sus productos en botellas de vidrio en lugar de PET?).
El problema además, es que a las empresas beneficiarias del actual sistema de recolección, tratamiento (¿?) y depósito de los residuos, no les conviene que se recicle, ya que sus estupendas ganancias se basan en el precio que reciben por tonelada de residuos. ¿Será entonces casualidad, que Mauricio Macri, cuyas empresas han participado históricamente en el gran negocio de la basura, hable de los cartoneros como delincuentes y ordene la represión y el desalojo de las familias que se asentaron en las vías del ferrocarril ante la desaparición del “tren blanco”?
Los vecinos de la ciudad pagamos periódicamente una tasa pública por la recolección de residuos. ¿Qué pasa con las empresas (Hipermercados, Artículos del hogar) que nos regalan casi diariamente unos hermosos y coloridos folletos anunciando sus ofertas? ¿De qué selva sale la madera para fabricar ese papel? Es que acaso pagan algún impuesto por inundar las calles y las veredas con esos folletos? (el último boletín de una “Mega” red de artículos para el hogar tuvo una tirada de 7.000.000 de ejemplares!!)
Por otro lado, vivimos a diario el engaño de un discurso pseudo-ecologista, fomentado desde los grandes medios, que invierte los términos de la responsabilidad, planteando que todos somos culpables de la actual situación en materia de deterioro ambiental, y que por lo tanto, la solución pasa por no tirar papeles por la ventanilla o por apoyar las grandes “campañas”. Así es el caso del CitiBank que invita a sus clientes a recibir sus resúmenes de cuenta por e-mail (en lugar de papel), contribuyendo de esa manera a “proteger la selva misionera” junto a la Fundación Vida Silvestre (literalmente dice: suscribite y recibí tu resumen de cuenta por e-mail para ayudarnos a disminuir el uso de papel y así cuidar nuestras selvas y bosques)[ii]
La hipocresía y el engaño llegan al punto de presentar un eslogan en el que se invita a “hacer click y cambiar al mundo”

Tecnología apropiada
Una de las inquietudes que circulan –con toda razón- en torno a este problema es el de la tecnología más adecuada para solucionar el problema de la deposición final de los residuos sólidos. Y así, aparecen una variedad de propuestas y aparentes “soluciones” emanadas en el mundo académico, la industria, las estructuras políticas del Estado, etc.
En primer lugar, hay que señalar que, ante un problema que tiene una multiplicidad de componentes políticos, sociales, económicos, tecnológicos, culturales y biológicos, la solución NUNCA puede provenir desde el abordaje de una sola de estas problemáticas.
En segundo lugar, (pero derivado del punto anterior) una discusión en torno a la tecnología apropiada debe partir de –una vez más- una pregunta: ¿Apropiada para quién? ¿Para los intereses de la empresa que la va a llevar a cabo? ¿Para el vecino que vive cerca y tiene que soportar las emanaciones de un depósito? ¿Para los habitantes de la región que tienen que beber el agua contaminada? ¿Para los trabajadores y trabajadoras del reciclaje y el cirujeo?
Aparece aquí también el problema de la “racionalidad” científica. Sucede que, cuando se abordan problemas que tienen entre sus componentes un elemento tecnológico, aparecen inmediatamente los llamados a los “expertos” y a los científicos que aportarán “racionalidad” al proceso de discusión. Pero sucede también que dicha racionalidad ni es única ni es garantía en sí misma de solución. Cabe preguntarse por ejemplo, ¿cuál es la racionalidad en un sistema de servicio público de agua que utiliza un bien escaso (y caro) como lo es el agua potabilizada imprescindible para la higiene y la elaboración de comidas, para la evacuación de las excretas domiciliarias? ¿Hace falta utilizar agua potable, clorada, para barrer cada mañana las veredas?
¿O será que a las empresas que se beneficiaron con las privatizaciones y que en la mayoría de las ciudades (no así en la nuestra) instalaron servicio de medidores domiciliarios, les conviene el consumo desenfrenado, sin importarle las consecuencias futuras de tamaño despilfarro?
No se trata de que la ciencia y la tecnología no puedan hacer ningún aporte; por el contrario, son imprescindibles a la hora de pensar LAS respuestas, pero nunca a costa de que una racionalidad empresaria se imponga por sobre las necesidades sociales (incluyendo lógicamente aquí, las ambientales).
Por lo tanto, no existe UNA tecnología apropiada, sino que existen respuestas tecnológicas múltiples a un problema de complejidades múltiples. Lo que no implica que no podamos reconocer los vínculos que existen entre los intereses de algunos sectores particulares que se benefician de la adopción de una u otra respuesta tecnológica.
Para dar ejemplos sencillos, una tecnología derivada de un sistema que contemple fuertemente el reciclado será a todas luces inapropiada para las empresas que cobran por tonelada depositada, y no lo será para quienes (sobre)viven del cirujeo. Una tecnología que favorezca la concentración de los residuos en pocos espacios será bienvenida por las empresas que transportan los residuos (y cobran por ello) y tendrá consecuencias terribles para la población que vive cerca de ese depósito.
Pero a esta variedad casi ilimitada de combinaciones, se le agrega un elemento más para contribuir a aumentar la complejidad del problema: el manejo de los residuos y sus derivados (en el caso de que la tecnología elegida lo permita). No es lo mismo una planta de tratamiento de residuos cuya tecnología permita la elaboración de bioenergía si sus beneficios son apropiados por una empresa, que si estos beneficios son administrados por la comunidad vecina a la planta.

Una solución
Lo que surge indefectiblemente de este listado de idas y vueltas entre lo tecnológico, lo político, lo ambiental, lo económico, etc. es que cualquier pretendida solución al problema se convierte en una falacia si a la hora de tomar decisiones no interviene la comunidad, única y verdadera protagonista de las soluciones para los problemas que la afectan.
En el caso de la lucha contra la CEAMSE, lo que aparece con claridad es que los vecinos, las organizaciones sociales, las asambleas barriales son la única instancia de discusión de donde pueden surgir respuestas que contemplen las necesidades de la gente, la preservación de un ambiente sano y accesible para todos y todas, la equidad en la distribución de la riqueza, la justicia en el reparto de los esfuerzos y los resultados.
Lo que está pasando en la región (como en tantos otros lugares de nuestro país) es que en el caminar vamos tomando conciencia de que no podemos seguir esperando que los mismos que desde hace décadas han hundido al pueblo en la pobreza y la indigencia, sean quienes lleguen con los puños llenos de soluciones brillantes. No podemos siquiera imaginar que quienes se han dedicado ayer y hoy a saquear los bienes naturales que son patrimonio de todos y todas, vayan a consentir que se termine la impunidad con la que destruyen el ambiente y la vida de los pueblos.
La única solución, la que nos contemple a todos y a todas, es precisamente la que está en manos de todos y todas. La capacidad de organizarnos como pueblo para ejercer nuestros derechos y luchar por una vida más digna en un ambiente sano.La única solución, la que no surge milagrosamente de los laboratorios y mucho menos de los despachos oficiales, es la que nos enseñan los Pueblos Originarios en Salta, Formosa, Chaco, Misiones, Jujuy, Neuquén y Chubut; las Asambleas Ambientales como en Ensenada, Brandsen, González Catán, Gualeguaychú, Colón, Sierra de la Ventana, Esquel, Famatina y Andalgalá, las Organizaciones de Desocupados en el conurbano bonaerense, en el Gran La Plata, en el Alto Valle, en Tucumán y en Rosario, en Córdoba y en Neuquén; los trabajadores en Fábricas Recuperadas en Buenos Aires y Mar del Plata, en Neuquén y La Plata; las Organizaciones Campesinas en Córdoba, Santiago del Estero, Mendoza, Jujuy y Chaco.
La única solución es la que surgirá, no como un milagro concebido por alguna mente brillante iluminada, sino como producto de un camino compartido, es la de un pueblo organizado, trabajando en la construcción de una sociedad nueva.



Weegee